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El 2019 despunta para América Latina con pronósticos de crecimiento que oscilan entre el 1.7% y el 2.1% interanual. El quinquenio 2015-2019 completa un crecimiento interanual promedio del 0.58%; claro contraste con el período 2010-2014 donde el mismo indicador fue del orden de 3.54%.
El primer período estuvo ampliamente influenciado por unas condiciones financieras favorables en materia de tasas de interés, flujos de capital, inversión extranjera directa y sobre todo los precios de los bienes básicos. El segundo momento está afectado con una reducción de los precios básicos y un endurecimiento de las condiciones financieras a nivel internacional (taprering, normalización de política monetaria principalmente en Estados Unidos).
El crecimiento económico positivo es buena noticia. Sin embargo, este registro aún es exiguo para las necesidades actuales y futuras. El ingreso per cápita de la región se ubica en niveles de USD 14.000 en promedio. Un nivel que es apenas superior al registrado por los países del norte de áfrica (USD 12.700), y Asia Emergente (USD 11.600), pero muy inferior al de Europa del Este (USD 24.600) y los países del llamado Commonwealth (USD 18.170). Un cálculo sobre el cambio del ingreso per cápita por regiones entre el 2010-2019 deja a América Latina con un crecimiento del 6.1% siendo practicamente la región que menos pregreso registra en este indicador a nivel global. La economía regional en el año 1980 representaba el 7.7% de la economía mundial, en 2019 el mejor número la llevará al 6%.
Crecer más es una necesidad ingente. Un factor que luce como una debilidad en la ecuación del crecimiento es la baja Productividad Total de los Factores (PTF). En ese sentido la pregunta que ha rondado desde hace décadas a los especialistas es: ¿Por qué América Latina crece más despacio?
Un cálculo de McKinsey Global Institute muestra que en el período 2000-2015 la productividad regional creció un 0.6% interanual, mientras que la misma en Asia lo hizo al 6.1% y la de Europa al 3.2%. El 80% del crecimiento del PIB depende del aumento del empleo, mientras que el restante 20% es una función de mejoras en productividad. Esto deja a la región en una posición vulnerable frente a los choques exógenos. El trabajo de Fer´nandez y Rodriguez (2016) menciona que la productividad regional está lejos de la frontera potencial, creando una brecha con los países desarrollados. La literatura académica coincide en afirmar que el estímulo al capital humano es una de las claves para cerrar las diferencias.
Un trabajo de la CAF (2016) ratificó el tema al mencionar que la educación, calificación y entrenamiento de la población generaría efectos positivos en la PTF. Aprendizajes en ciencias básicas, uso de tecnologías industriales de punta, acoplados con sectores que para la economía sean considerados como estratégicos daría lugar sectores que llevarían el mayor impulso sobe el crecimiento con mejor productividad. En el mismo trabajo se privilegia el papel de los incentivos de política pública para que las empresas inviertan en sectores y campos que promuevan el cambio tecnológico y la innovación. También se habla de la creación de cadenas productivas que mejoren los procesos, especialicen las empresas y se vea la necesidad de mayores inversiones en nuevo conocimiento. Esto sería la base para una base exportadora menos dependiente de bienes básicos y una mayor integración económica.
De igual forma, en el año 2018 el Instituto Brookings de Nueva York realizó un trabajo sobre las necesidades estructurales de la economía regional. Si bien una característica es que la economía latinoamericana es heterogénea, diversa y con múltiples constextos, algunos comunes denominadores se hallaron. Para crecer más recomendó considerar 3 puntos: a) dar prioridad a políticas de desarrollo sostenible en el largo plazo; b) contal con unas finanzas públicas sanas y creíbles; y c) mantener las redes de protección social que han permitido la mejora de los indicadores de probreza durante los últimos 15 años. En ese contexto, el trabajo del economista Santiago Levy menciona que la informalidad económica y laboral tiene efectos negativos sobre los retornos de la educación. Por supuesto, la informalidad afecta el acceso a la información y con ello el buen desempeño de actividades como el ahorro financiero y el crédito.
Hoy la región cuenta con una macro-economía estable. Esta resulta ser una condición necesaria para crecer, pero no suficiente. Es necesario que se emprendan reformas que mejoren las instituciones y el aparato de justicia entre otras. Similarmente, urge aplicar políticas productivas enfocadas en sectores estratégicos que, con un alto componente tecnológico, den pie a encadenamiento virtuosos y con efectos positivos de largo plazo.
Sin duda son muchas tareas a poner en marcha. De lo contrario, el crecimiento seguirá siendo bajo y dependiente de la economía de bienes básicos, como ha sido la historia de los últimos 50 años.
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